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Natalia Escobar
Pedrea de pan y queso en Palencia
Cientos de palentinas alzan las manos para pedir su ración de pan y queso
La capital palentina amanece con un color especial. Es domingo, 21 de abril, y los palentinos madrugan, pero esta vez no lo hacen para ir a misa: Es un día grande para la ciudad, es la fiesta de Santo Toribio. Cientos de personas se visten con ropa cómoda y salen de sus casas tras haber desayunado consistentemente. Las calles comienzan a llenarse al paso de cuantos se dirigen hacia el Cristo del Otero donde, en poco más de una hora, tendrá lugar la famosa ‘Pedrea del pan y el queso’.
Con la ilusión de cada año, una multitud comienza a subir la serpenteante cuesta que conduce hasta el lugar de la cita. Por el camino son muchos los que se aproximan hacia los puestos cercanos, incitados por las ofertas que anuncian los dependientes. “¡Todo a un euro, liquidación por divorcio!”, grita desde uno de ellos un hombre de etnia gitana maltratado por los años. Pulseras, juguetes y camisetas son los objetos más abundantes y también los más demandados en este día.
Es pleno mediodía en Palencia. Algunos hacen tiempo entreteniéndose en estos tenderetes durante unos minutos más. Otros optan por continuar la marcha para ser los primeros en llegar.
Son las 12:10 horas y el sol brilla con fuerza
desde un cielo despejado e ilumina un
día que ya tiene luz propia. En el campo que
rodea la colina todo sigue con normalidad y
varios caballos se dejan ver a su paso por la
zona. Una marea humana comienza a
ascender por el tramo más pronunciado de
la cuesta, que conecta con el lugar donde
minutos más tarde tendrá cita el gran
evento. Algunos suben del tirón. Otros,
hacen pequeños descansos por el camino
para reservar fuerzas. “No por mucho
madrugar amanece más temprano”, Ascenso de los peregrinos al Cristo del Otero comenta uno de los jóvenes de los que se
toman la subida con más calma, mientras hace un esfuerzo por continuar.
En lo alto de la loma, sandalias y botas se entremezclan y el ambiente primaveral recuerda que ya es pleno abril. A las 12:30 horas culmina la tradicional eucaristía de este día, celebrada en la ermita de Santo Toribio, donde tendrá lugar el acontecimiento. Hacia las 12:40 horas, los más rezagados y aquellos a los que se les han pegado las sábanas comienzan a subir el último tramo del camino para unirse con el resto.
Son las 12:55 horas de la mañana. Como si de cuestión de vida o muerte se tratara, cerca de doscientas personas se agolpan en torno a la ermita. A los pocos minutos, el alcalde de la ciudad, Don Alfonso Polanco, entra en la ermita acompañado de otras personalidades, como el obispo de Palencia.
El ambiente de fiesta se hace cada vez más notable. Polanco es puntual y rompe la tensión con el lanzamiento de la primera bolsa hacia la marea a las 13:00 horas, ni un minuto más ni un minuto menos. Tras él, varios peñistas imitan su gesto, hasta acabar con el contenido de uno de los sacos.
Los gritos de “fotos fuera”, dirigitos hacia los fotógrafos y cámaras situados en el balcón del edificio, se hacen cada vez más eco. Los periodistas resisten durante varios minutos más los abucheos de la gente, con tal de conseguir la mejor imagen de la jornada.
En la parte inferior de la ermita los empujones entre la gente son numerosos y brotan del imperioso deseo de los presentes por atrapar una de las 4.000 bolsas de pan y queso que lanza este año el ayuntamiento. Algunos se hacen con varias; otros, con ninguna. Se consiga o no bolsa, pasar un buen rato y seguir la tradición es lo que parece importar. El sudor, avivado por el calor primaveral, empieza a generar agobio en ciertos palentinos, que logran sucumbir a estos factores para vivir el momento. El líder de la oposición y ex alcalde de la ciudad, Don Heliodoro Gallego, es recibido entre aplausos y vítores tras su salida al balcón. Después de unos veinticinco minutos de intensa lucha por una bolsa, los protagonistas del acto concluyen la pedrea, arrojando las últimas.
Es hora de reponer fuerzas. Pan y queso llenan el estómago de los presentes, algunos llegados de puntos lejanos a la ciudad con el único objetivo de vivir este incomparable momento. Unos se sientan en la hierba; otros almuerzan mientras inician el descenso hacia el centro del barrio. No hay ni un solo rincón en el que no se pueda ver a alguien llevarse a la boca un pedazo de este manjar, que tanto cuesta conseguir.
La celebración continuó en el barrio del 'Cristo del Otero' hasta altas horas de la madrugada. De esta forma se ponía fin a este tradicional acto, que hunde sus raíces en una pedrea iniciada hace siglos. De esta forma, un año más los palentinos han podido disfrutar de su tradicional fiesta del pan y el queso.

